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Mostrando entradas de 2009

La templaria nostalgia de Ucero

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'Sólo quien ha roto los 'programas mentales' inculcados durante el proceso de socialización puede tomar conciencia -y percibir- aquello de lo que los demás son incapaces. Pero quien rompe los 'programas mentales' no suele ser bien visto y comprendido por su sociedad, y en muchos casos, y paradójicamente, ni siquiera por los miembros de su propia religión. De ahí que se les vea muchas veces como 'idiotas' o 'locos' de extrañas ideas y modos de comportamiento'. [Grian: 'El peregrino loco'] ******* S i hay un lugar en Soria -aparte, por supuesto, del antiguo Monastero de San Polo- sobre el que nadie tenga duda alguna relativa a la presencia y permanencia en tiempos de la Orden del Temple, ese es Ucero y el impresionante entorno del Cañón del Río Lobos. D espués de la resaca de Navidad, y como ha venido siendo una constante durante estos días, el tiempo, de alguna manera enojosa pero a la vez necesariamente intempestivo, acompañó con agua-nie

Errare Humanun Est

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D ecía el escritor norteamericano Ambrose Bierce -y que me disculpen todos aquellos que me conocen, si últimamente consideran excesivamente reiterativo por mi parte acudir a su infernal diccionario- que disculparse es 'sentar las bases para una futura ofensa'. Evidentemente, no estoy de acuerdo con él, excepto en el detalle de añadir que si reconocer un error ayuda a sentar algún tipo de base, que no sea otra que la de una posible y futura amistad. Y creo que no hay mejor pilar para hacerlo que aquél que, basado en el punto de vista de una objetividad felizmente encontrada, tengamos el suficiente valor para reconocer un error cometido y pedir disculpas. S i el pasado día 12 de septiembre, mi visita al toledano castillo de Montalbán -en el que, aparte de otras circunstancias, había llegado atraído por la sombra alargada, incierta y tremendamente escurridiza de esos frailes con espuelas, como denominaba Gustavo Adolfo Bécquer a los templarios- me dejó cierto amargo regustillo al

Jacques de Molay: la leyenda de la maldición del último Gran Maestre del Temple

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S iete años después del golpe realizado contra los templarios de Francia, el rey Felipe IV, apodado el Hermoso, ponía fin a sus frustradas pretensiones de hacerse con los tesoros de la Orden, ejecutando a Jacques de Molay, Gran Maestre, Geoffroy de Charney, su lugarteniente y algunos otros caballeros que habían sufrido horribles torturas en las prisiones regentadas por su hombre de confianza y planificador del complot, Nogaret. Era el 19 de marzo de 1314. E n un isleta situada junto a la catedral de Notre Dame, y minutos antes de arder pavorosamente en las llamas, el último Gran Maestre se retractó públicamente de las confesiones obtenidas bajo tortura y, según la leyenda, maldijo a los causantes de la desgracia de la Orden del Temple -el rey de Francia, el Papa Clemente V y al propio Nogaret- conminándoles a presentarse ante el juicio de Dios antes de un año. Leyenda o casualidad, el hecho cierto de esta historia, es que los tres murieron en el plazo indicado: primero el rey,

Río Lobos, el Cañón de los Templarios

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C on unas cartas de presentación que se remontan al Cretácico, la impresionante espina dorsal que conforma este espectacular Cañón del Río Lobos, serpentea entre dos provincias hermanas, pero bien diferenciadas entre sí: Soria y Burgos. [En preparación]

¿Templarios en Conquezuela?

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1 S uelo leer el periódico todos los días. Uno de los periódicos de mayor tirada que se editan en el país, del que, por supuesto, me reservo el nombre; y no lo hago por miedo a que se descubran o se dejen intuir mis inquietudes políticas, las cuales considero tan dignas como las inquietudes políticas de cualquier otra persona, deriven éstas hacia el lado que deriven, pues si en algo como hombre sigo tropezando y haciendo bueno el refrán, es precisamente en obstinarme en pensar que el pensamiento y las ideas -y pido perdón por tanta redundancia- hasta tal punto tienen dignidad, que se pueden defender sin necesidad de que intervenga la malicia de Caín. Es una quimera, desde luego, porque si algo he podido llegar a constatar, y ya que al hablar de quimeras, en el fondo metemos en el asunto a la mitología, es que cuando se tocan estos temas, se empieza por el banquete de Agamenón, y se termina por la guerra de Troya. El artículo que me ha llamado la atención, tiene que ver con guerras. Es

El misterio templario de Peroniel del Campo

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S i fue toda una aventura la historia, el auge y la caída de la Orden del Temple, constituye, no obstante, toda una epopeya seguir sus huellas, en un lugar, la Península Ibérica, que fue, en tiempos, una verdadera prolongación de las Cruzadas. C omo muchas otras órdenes medievales de caballería, la Orden del Temple jugó un papel fundamental en ese oscuro, dificil periodo histórico, conocido como la Reconquista. S e ha dicho, escrito y aireado a los cuatro vientos -y parece ser un hecho significativo- que estos belicosos monjes-guerreros sentían una especial predilección por asentarse en lugares que, cientos o miles de años antes, fueron sacralizados por otros pueblos, por otras culturas. En especial, aquellos lugares donde se aprecia una mayor presencia de la denominada cultura megalítica. P ero, independientemente de este detalle, y tomando siempre como base la gran controversia que generan ciertos lugares relacionados con el Temple, he aquí, en mi opinión, uno que trae de cabeza a lo

San Polo y San Saturio

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Monasterio de San Polo N o resulta fácil hablar de San Polo, sin rememorar esa vertiente romántica que sobre el lugar legaron a la posteridad escritores como Gustavo Adolfo Bécquer. Si bien éste situó en la margen derecha del Duero su terrorífica leyenda El Monte de las Ánimas, es a este lado izquierdo, y en concreto, en las cercanías de una cruceta pétrea situada inmediatamente después de la casa de los actuales propietarios del lugar, donde tuvo a bien idear el escenario ideal en el que habría de desarrollarse otra de sus conocidas leyendas: El rayo de luna. L ejos de discrepancias relativas a su autoría, como sucede con numerosos lugares, y sin ir más lejos, con el vecino monasterio de San Juan de Duero, tanto los historiadores como los investigadores, no parecen albergar duda alguna en cuanto a su origen y la naturaleza de sus antiguos moradores: templarios. F undada alrededor del año 1118 por Hugo de Payns y otros ocho caballeros, la de la Orden del Temple resulta, más que una hi

Cristos Templarios

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Iglesia de San Juan de Rabanera I nsiste la tradición, en que éste Cristo perteneció en tiempos al monasterio templario de San Polo. Actualmente preside el altar de la iglesia románica de San Juan de Rabanera, cuya magnífica portada se reaprovechó de la malograda y cercana iglesia de San Nicolás. A este Cristo, se le asocia una leyenda muy conocida en Soria: la del Cristo Cillerero. Como particularidad, añadir que la cruz tiene la forma de ramas de árbol, semejante a la figura Crística denominada El Árbol, expuesta en la parroquia de San Andrés, en Torres del Río, Navarra. Ágreda: Santuario de Nª Sª de los Milagros É sta figura Crística, cuyo tronco sigue la tradición de los Cristos de San Juan de Rabanera y de Torres del Río, se encuentra expuesta en el interior del santuario mariano de la Virgen de los Milagros, en Ágreda, población situada a la vera del Moncayo, y hermanada en la actualidad con Nuevo México en base a las famosas bilocaciones de Sor María Jesús de Ágreda. Se comenta

Huellas del Temple en Castillejo de Robledo

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D ejando atrás Maderuelo, y haciendo frontera con las provincias de Segovia y Burgos, en Castillejo de Robledo, además de ser el pueblo más frío de Soria -cuando no de España- encontramos un rastro indeleble del paso y permanencia del Temple en la región. Apenas inidentificable en los muñones somnolientos de su castillo, la iglesia románica de Nª Sª de la Asunción -en rehabilitación- nos ofrece el mejor testimonio, en las huellas, sobre todo de unas pinturas que impresionan por su espectacularidad, decorando interiormente el ábside con los colores inequívocos del bauceant o estandarte templario: el blanco y el negro.

Maderuelo: la otra Vera Cruz de Segovia

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S ituado en los confines de Segovia, haciendo frontera con Soria, de la que en tiempos formó parte, dependiendo de la villa de San Esteban de Gormaz, el pueblecito de Maderuelo languidece a la vera de un embalse artificial -el de Linares- protegiendo el sueño eterno de una sencilla ermita -la de la Vera Cruz- donde en tiempos, aseguran las babélicas lenguas de la tradición, los caballeros templarios custodiaron con saña y devoción un Lignum Crucis.

Arquitectura octogonal: ¿un modelo de arquitectura templaria?

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R esulta más que posible que en aquél histórico año de 1118, Hugo de Payns, vasallo del conde de Champaña y sus ocho compañeros, fueran realmente conscientes de que, una vez conseguido su primer objetivo en Tierra Santa -la cesión, por parte del rey Balduino II de las ruinas que en tiempos formaron parte de los inmensos establos del famoso Templo de Salomón- la orden de caballería que habría de surgir de aquéllas inconmensurables entrañas como Orden del Temple se convertiría, además de la más influyente y poderosa hasta su disolución en 1312, en la orden que más interés, polémica y chorros de tinta ha vertido a lo largo de la Historia. N o sólo el mundo editorial, sino que también el Séptimo Arte y en la actualidad Internet, han contribuido a generar toda clase de mitos y leyendas a ella asociados, aprovechando un fenómeno que conlleva, sin duda, un auténtico filón. Filón al que han de sumarse gran número de publicaciones, tanto de índole sensacionalista como de índole racionalista, q

Santorcaz del Temple

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U na orden incómoda para la Iglesia y también para la Historia ortodoxa, por sus implicaciones heréticas, esotéricas y legendarias; una orden que, gestada en el más absoluto de los misterios, sentó un precedente en su época, suponiendo toda una revolución. Una orden, cuya estructura jerárquica, añadida a su misticismo guerrero, fue incluso utilizada en pleno siglo XX por regímenes totalitarios, como modelo de donde habrían de surgir futuras generaciones de hombres perfectos, que habrían de ser formados para dominar el mundo. Una orden que ha hecho correr -y seguirá haciéndolo- verdaderos ríos de tinta, implicada, irremediablemente, con los grandes Mitos del Cristianismo: el Grial, el Arca de la Alianza, la descendencia de Cristo y María de Magdala, los restos mortales de ambos... N o es de extrañar, entonces, que con tales antecedentes existan lugares, como Torija, en la provincia de Guadalajara, que proclamen con orgullo la presencia de tal orden -el Temple- en su suelo. O mejor dich

¿Hubo templarios en Garray?

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C omo en todo lugar donde surge la sospecha de su presencia, he aquí la gran pregunta: ¿hubo templarios en Garray?. Y como un eterno, desesperante miserere, cuando del Temple se trata, he aquí, también, la dubitativa respuesta: pudiera ser que pudiera. D esde luego, el mayor inconveniente lo supone eso, probático, mediático, palpable y certificable, que se denomina constancia histórica y se basa, fundamentalmente, en los testimonios escritos. F rente a esta carencia documental -particularmente acusada, en lo que al Temple se refiere-, sólo cabe el recurso de la especulación. Digamos, entonces, que haciendo gala de este recurso, bien pudiera haber existido la posibilidad de que en un pasado remoto, la escurridiza y alargada sombra del Temple, se hubiera cernido sobre los muros de ésta interesante ermita de Garray, situada a la vera misma del yacimiento arqueológico de Numancia, que tanta fama ha dado a la provincia, y que sigue en el ojo del huracán, merced a ciertos proyectos urbanísti

El castillo de Montalbán

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M ontalbán, o Monte Blanco. Situado al sur de la provincia de Toledo, y a 13 kilómetros del municipio de la Puebla del mismo nombre, el castillo de Montalbán constituye, como así lo atestiguan las crónicas, uno de los principales bastiones que tuvo el Temple en la región. A l contrario de la problemática que conllevan numerosos lugares a la hora de certificar la presencia o pertenencia de la Orden -motivo de interminables quebraderos de cabeza y disputas entre los investigadores- con el castillo de Montalbán, se dispone de una evidencia histórica, que nadie parece poner en duda. Dicha evidencia, se basa en la donación realizada por el rey Alfonso VII a los frates milites , como premio por su participación en la conquista de Toledo. A unque el tiempo no perdona y el escaso y en ocasiones nulo interés de los organismos competentes, tampoco, la impresión que se tiene al acercarse a las ruinas, es de que en tiempos debió de albergar una guarnición considerable, o en su defecto -como opina

Templarios en Montalbán

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H ay lugares que conservan el espíritu, imanes que, aunque revestidos de soledad, olvido y desamparo, todavía mantienen, en lo más profundo de sus cimientos, un corazón que aún late con la fuerza que le proporciona un pasado gloriosamente histórico, ungido en el fragor de las batallas y consagrado a ser una leyenda. El castillo de Montalbán, sin duda, es uno de ellos. S ituado, aproximadamente, a 13 kilómetros de la toledana población de la Puebla de Montalbán, las murallas de esta fortaleza, que en tiempos debió de ser formidable, a juzgar por sus dimensiones, es el foco de atracción de numerosos visitantes, curiosos y nostálgicos, atraídos por una orden medieval de monjes-guerreros, los pormenores de cuya historia y leyenda, al cabo de setecientos años después de su desaparición, continúan despertando un interés inusitado: la Orden del Temple. H asta tal punto levanta pasión todo lo relacionado con los templarios, que hay quien incluso pernocta en el castillo, y en el silencio de l

Santa María de Siones: ¿un mito templario?

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S iones, un pequeño pueblo de la Merindad burgalesa del Valle de Mena que, por una desvirtuación histórica, como han demostrado no hace mucho Manuel Gila y Laura Alberich , debió de denominarse, en sus inicios, San Juan. Posiblemente ésta desvirtuación onomástica, así como el hecho de que en las cercanías se encuentre la llamada Sierra de la Magdalena y el pueblecito de Criales, siendo abundantes las leyendas y referencias al Santo Grial, haya sido parte de los criterios en los cuales numerosos investigadores han otorgado a su espectacular templo del siglo XII -la iglesia de Santa María- un origen eminentemente templario. D e hecho, no es difícil encontrar en algunas guías relativas a la mencionada región burgalesa -como, por ejemplo, Rutas para descubrir las Merindades de Burgos , de Mariano Cano Gordo- una consensuada participación en ésta circunstancia, alegando, no obstante, el ínterin de que el templo de Santa María perteneció, en algún momento de su historia , a la belicosa orden

Vallejo de Mena: iglesia de San Lorenzo

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S an Lorenzo de Vallejo, un hermoso templo que, en unión de la vecina iglesia de Siones, levanta multitud de suspicacias en cuanto a su autoría. Velada o abiertamente, el Temple adquiere una inusitada relevancia en ésta parte de las Merindades burgalesas, enfrentando, desde hace muchos años, a detractores y defensores. Y no es para menos, porque la zona, bien por casualidad, bien por desvirtuadas nomenclaturas históricas -como parece ser que ocurrió con el propio nombre de la vecina población de Siones- o bien porque forma un núcleo importante donde se recogen numerosas referencias en forma de leyendas y tradiciones relativas al Santo Grial, ofrece pie para ello y mucho más. A hora bien, aunque la presencia de la Orden del Temple no es ajena, tampoco, a la comarca, sí hay una evidencia histórica de ocupación de este templo por parte de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén. Y de la mano de esta evidencia, nos enfrentamos, así mismo, a la incertidumbre que generalmente suscit