Corullón: una iglesia y un castillo


Otra de las fortalezas templarias que jalonan una región tan fascinante, como es el Bierzo leonés, se localiza precisamente aquí, en Corullón, un pueblo apenas distante un par de kilómetros, tres a lo sumo, de Villafranca del Bierzo, y por lo tanto, también de esa puerta a Galicia que, como apuntaba en la entrada anterior, se localiza en Piedrafita y la ascensión al puerto de O Cebreiro. Si bien a simple vista, la fortaleza se encuentra en un estado aparentemente mejor que muchas otras -su sólida torre del homenaje, es un buen ejemplo de ello- lo verdaderamente interesante radica, sin embargo, en la cercana iglesia de San Miguel. Una iglesia, cuyo aspecto macizo, extraño quizás, fomenta en el observador la idea de una pequeña fortaleza en sí misma. Una iglesia-fortaleza, por tanto, que juega con la tradición -no corroborada documentalmente, según parece- de que a principios o mediados del siglo XII, fue convento de templarios. Y bien que pudo serlo, si en principio, dejamos seducir la imaginación, con la hipotética sugerencia que nos ofrece su estructura, así como los no menos curiosos aditivos simbólicos que conforman su iconografía, canes y capiteles principalmente. Eso, por no mencionar el sugestivo diseño del tímpano de su portada principal, situada en el lado sur, reproduciendo las casillas de un tablero de ajedrez, que muy bien pudieron estar pintadas en tiempos con los colores del Bauceant del Temple; es decir, con los colores blanco y negro.
Llama la atención, dirigida la vista hacia ese punto de unión que conforman los arcos ciegos que se aprecian por encima de la portada, la presencia de pequeñas y solitarias cabezas, de índole humana, animal y monstruosa, que parecen surgir espontáneamente del universo sólido de la piedra, cual astros fugaces de indeterminada catalogación, aunque no sea excusa suficiente como para incluir aquí el viejo mito relativo a los inciertos baphomets. La dualidad también está presente en algunos de los motivos que se observan en los capiteles, así como la presencia, entre la foliácea población, de curiosos seres, que parecen llamarnos la atención hacia una visión encubierta de la antigua cosmogonía celta que, en el fondo, puebla los soliloquios circunstanciales de muchos templos representativos de un arte del espíritu, como no deja de ser este que, a falta de mejor denominación, conocemos con el nombre de románico.
Hay autores que apuntan la posibilidad de que el templo sea anterior a ese siglo XII que comentábamos al principio de la presente entrada. Y pudiera ser; pero eso también supondría, bajo mi punto de vista, aceptar que sus posteriores moradores incluyeron una serie seria -permítaseme la expresión- de reformas en su estructura, hasta reconvertir el templo en el aspecto que tiene en la actualidad. Evidentemente, todo es cuestionable. Lo que no parece cuestionable, y en cierto modo, continúa la tradición seguida tras la desgracia de los templarios, es que, entre los propietarios de ésta iglesia de San Miguel de Corullón, figuran también los monjes-guerreros de la orden del Hospital de San Juan de Jerusalén que, como todos sabemos, fueron especialmente beneficiarios de muchos de los bienes de los fratres milites del Temple.
Por último, reseñar la existencia de un estupendo calvario procedente de esta iglesia -que algunos autores sitúan ya dentro de las connotaciones del arte gótico- que se converva actualmente en el Museo de León, en el que, aparte de la cruz, se observa la carencia de brazos en la figura de Cristo. Sea como sea, Corullón no deja de ser un lugar de interés para todo amante del Temple y su mundo, y además cuenta con otra iglesia románica -la de San Esteban, bastante cercana, por cierto-, cuya portada y ornamentación no dejarán, en modo alguno, de resultar igualmente interesantes.


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