Llanes: ¿marinera y templaria?. La iglesia colegiata de Santa María



'Es impresionante la falta de datos de todo tipo que existe en este tema concreto de los Templarios; y sólo es explicable pensando que alguien -quien fuese, naturalmente desde Roma- dio la orden terminante de que todo rastro de estos caballeros desapareciese del modo má absoluto. Hace poco más de dos años, los Archivos Vaticanos abrieron a los investigadores -a determinados investigadores solamente- una pequeña parte de la documentación sobre la Orden del Temple que se conserva desde 1312 entre los fondos secretos del Vaticano... Y esa pequeña parte de la documentación ¡supone casi cinco toneladas de pergaminos y otros manuscritos de los siglos XII al XIV!. Quizá eso explique el por qué de esa falta de datos...' (1).

Aunque incierta, como en el resto de concejos que conforman el Principado de Asturias, de la posible presencia del Temple en Llanes, quizá debamos comenzar tomando buena nota de esa preciosa cruz paté que luce en su escudo, por encima de la figura de un león rampante, precisamente el único animal que les estaba permitido cazar y elemento, a la vez, de un rico y variado simbolismo. Es cierto, así mismo, que la falta de documentación histórica sobre el tema, en Asturias, es poco menos que abasoluta y obliga al investigador a cruzar los dedos y exponerse a un sin fin de críticas, en su intento por hacer un mínimo de justicia -al menos presencial- a una orden medieval de monjes-guerreros, los templarios, cuya estadía en los márgenes peninsulares tuvo mucha más importancia de la que generalmente se admite. Hasta tal punto es así, que historiadores de la talla de Ricardo de la Cierva, por citar un ejemplo, obvian esta cuestión y dedican gruesos volúmenes a su creación y actividades en Tierra Santa, pasando por encima de esa prolongación de las Cruzadas, que fue la Reconquista. Cierto es, también, qaue aparte de las presiones realizadas por los Papas -tanto desde los sillones títeres de Avignon como desde los de Roma- la propia idiosincrasia y el poder acumulado poco tiempo después de su creación -oficialmente admitida como en el año 1118- les granjeó numerosos enemigos, que también contribuyeron, y no poco, a borrar todo rastro de ellos, a partir de su disolución en 1307, año en el que el rey de Francia, Felipe el Hermoso, mandó prender a todos los templarios de su reino y confiscar sus bienes, iniciando una cruzada particular, que se ha visto en parte redimida hace unos años, cuando el Vaticano hizo público el documento de absolución firmado por la misma mano del Papa que, cediendo a las presiones reales, les condenó: Clemente V. Por si esto fuera poco, ciertos periodos desafortunados de la Historia de España, y muy concretamente, de la Historia de Asturias, terminaron por volatilizar a los cuatro vientos, aquellos pocos documentos que, de manera más o menos encubierta o ignorada, lograron sobrevivir en el polvo estelar de los archivos de iglesias y monasterios. Uno de tales acontecimientos fue, no cabe duda, la tristemente célebre desamortización de Mendizábal, donde muchos de tales documentos, de preciosa información, y parafraseando al teósofo Mario Roso de Luna, terminaron siendo adquiridos por feriantes, y posteriormente vendidos a precio de saldo en las romerías y mercadillos populares.Otros, los menos, terminaron en manos de particulares que sabían de su valor y es de suponer que ese legado se transmitiera, en términos de heredad, de generación en generación, conformando bibliotecas particulares e inaccesibles. Hubo también personajes, como Tirso de Avilés, Jovellanos y el padre Francisco Martínez Marina, que consignaron en sus escritos algunos lugares templarios, cuyo recuerdo todavía se mantenía vigente en las tradiciones populares, aunque el rastreo de los posibles restos sea, en la actualidad, una labor ardua y en muchos casos, imposible, pues de ellos no queda ya ni el menor rastro, como tuve oportunidad de constatar en los alrededores del Monsacro y en la Sierra del Aramo.

Situada en la zona oriental de Asturias, en una franja costera que abarca, cuando menos, más de veinte playas, Llanes alcanzó su condición de villa en 1206, con el fuero otorgado por el rey Alfonso IX. De ese periodo son los restos de murallas que circundan el casco antiguo de la ciudad, entre las que destaca un remodelado torreón –denominado actualmente, como Torre del Castillo-, que hoy en día alberga las dependencias de la Oficina de Información y Turismo. Está situado éste, en las proximidades de la iglesia colegiata de Santa María de la Asunción o de Concejo, un curioso templo con aspecto de fortaleza que, según la opinión más generalizada, se comenzó a construir a partir de 1240, estando considerado como la construcción más notable del gótico asturiano (2). La iglesia, muy alterada con el paso de los siglos, conserva, no obstante, dos interesantes portadas en sus lados oeste y sur, de la que destaca, especialmente, ésta última que, por merecimiento, podría ser considerada como otra puerta speciosa, similar, por poner un ejemplo, a aquélla otra que luce en su iglesia el monasterio navarro de Leire.

Obviando la portada oeste, cuyo estado de conservación es lastimoso como para poder hacer una descripción detallada de todos sus elementos –exceptuando, no obstante, el significativo número de cabezas, siete, que conforman los capiteles de su lado derecho- en lo que respecta a la leyenda templaria de ésta iglesia de Santa María de Llanes y al símbolo que la fomentó –el personaje que luce una soberbia tau en el pecho y porta una campana en la mano-, hemos de centrar toda nuestra atención, en la portada sur. Esta portada sur, elaborada hasta el más ínfimo detalle, contiene tal riqueza imaginativa y simbólica, que hacer hincapié única y exclusivamente en un elemento determinado, no la haría toda la justicia que en realidad merece, y tal vez, como así creo, contenga más símbolos relacionados. Contiene un mensaje críptico, desde luego, pero también instructivo, bajo mi punto de vista, encaminado a orientar al peregrino, pues no olvidemos que Llanes y su puerto son y fueron, punto de acogida de peregrinos que alcanzaban Santiago bien siguiendo el camino de la costa, o adentrándose hacia el interior, para alcanzar Oviedo y su catedral de San Salvador, haciendo buena la antigua máxima que dice: quien va a Santiago y no al Salvador, visita al vasallo y olvida al Señor. Desde este punto de vista, razonable, por otra parte, no tendría por qué resultar extraña la presencia de la Orden del Temple en el lugar, teniendo en cuenta tanto su carácter defensivo como hospitalario. Ahora bien, dejando aparte que entre las numerosas cruces utilizadas por el Temple, figura también la tau –posiblemente, la más esotérica de todas, y de hecho, la que sólo tenían el derecho de portar los grandes dignatarios de la Orden, según creo- este detalle no implica, necesariamente, que el personaje en cuestión sea un templario. ¿Por qué no podría ser, por ejemplo, un antoniano?. De hecho, de la convivencia y afinidad entre templarios y antonianos, queda buena prueba. El caso más típico que se me ocurre, podría ser el de Castrojeriz, en Burgos. Sí parece ser, que hubiera antonianos en Llanes, a juzgar por el recuerdo a San Antón, que lleva un pequeño paseo aledaño al puerto. Y si en la portada sur encontramos elementos, como decía anteriormente, que por su simbolismo bien pudieran guardar una relación con el Temple –la jarra griálica, el dualismo constatado en varias figuras, los árboles de la vida, etc- tal vez otra posible huella, intuitivamente simbólica, la encontremos en los nombres de ese peculiar barrio antiguo aledaños a la iglesia. Nombres tan significativos como la Plaza de la Magdalena, donde se localiza una humilde ermita del siglo XII que lleva su nombre, y de la que hablaré en una próxima entrada; Plaza de San Roque, otro conocido santo de los caminos, con todo el simbolismo esotérico añadido: el perro con la hogaza de pan, el niño, el báculo, la herida en el muslo descubierto…; Plaza de Santa Ana, es decir, de la Madre de la Madre...Y no olvidemos la presencia megalítica de la zona, tanto en Llanes como en la vecina Ribadesella, lugares donde el Temple, a juzgar por los asentamientos localizados en otras regiones, parecía tener un interés especial.



(1) Carlos Mª de Luis: 'El caballero templario de Llanes', La Voz de Asturias, domingo, 24 de marzo de 1985.
(2) Luis Díez Tejón: 'Prerrománico y románico en Asturias', Ediciones Lancia, S.A., 3ª edición, 2008, página 69.

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