El Cristo con el brazo desclavado de la iglesia de la Virgen del Espino



'Cuando quieres algo, todo el Universo conspira para que realices tu deseo' (1)

Antes de entrar en detalles sobre otro apasionante misterio relacionado con el entorno templario de Ucero, me resisto a dejar pasar la oportunidad de exponer en este blog, una pequeña maravilla que la casualidad -o quizás, esa conspiración del Universo, a la que alude Paulo Coelho- puso en mi camino el pasado sábado, día 28 de julio, cuando asistí a la boda de una prima.
Nunca había conseguido acceder a uno de los templos más carismáticos de la capital soriana: el de Nª Sª del Espino. Más que nada, porque su apertura es poco menos que ocasional, y se reduce a alguna misa de domingo, a la celebración ocasional de alguna boda o, en su vertiente más escatológica, a la celebración de algún funeral. De manera que, casualidad o conspiración, la boda de mi prima, como digo, me brindó la oportunidad perfecta para hacer realidad un deseo largo tiempo acariciado.
Patrona de Soria, la imagen que preside el ábside de este templo, levantado en el siglo XVI sobre los cimientos de otro anterior, conforma el trío de Vírgenes del Espino que se localizan en la provincia, siendo las otras dos, las llamadas popularmente Hermanas, ya que la tradición asegura que se crearon a partir de la misma madera de espino. Estas dos Vírgenes del Espino, éstas Hermanas que suelen salir siempre juntas en procesión, se conservan en la catedral de El Burgo de Osma y en la iglesia de San Juan Bautista, situada en el pequeño pueblecito de Barcebal, cuyo alcalde, al menos en aquél periodo que se remonta a 2008-2009, cuando tuve el grato placer de conocerle, se llama Florentino Arribas. Más morenica ésta última de Barcebal que las otras dos, no es menos cierto que las tres tienen fama de muy milagreras. Aunque la única circunstancia que a priori las diferencia, es que mientras las dos primeras son originales, la imagen que se conserva en esta iglesia de Nª Sª del Espino, situada, como he dicho, en lo más alto de la capital soriana, junto al cementerio donde reposan los restos de Leonor, la que fuera primera esposa del poeta Antonio Machado, es una copia realizada en 1953, después de que un pavoroso incendio destruyera la imagen románica original. La imagen, no obstante, parece ser fiel al modelo perdido, y la mano derecha de la Madre sujeta una manzana -curiosamente, este mismo fruto se localiza en la mano izquierda de la Virgen de O Cebreiro- mientras el Niño mantiene su mano derecha cerrada en puño -no menos curiosa señal- protegiendo la mano izquierda  un libro cerrado, o Libro del Maestro, eso sin mencionar la postura de sus piernas, la derecha doblada sobre la izquierda y formando un ángulo aproximado de 90 grados. Es decir, una imagen, en suma, que merece un estudio más detenido y profundo.
Pero si esto me pareció interesante, tanto o más interesante me pareció, por su rareza y quizás también por su aparente despliegue de probable heterodoxia, la imagen anònima de un Cristo de madera policromada, con el brazo izquierdo descolgado, fechado en el año 1600. Un Cristo del que no parece haber apenas referencias; una joya artística, que no sólo sufre el anonimato de su autor, sino que, además, también el peculiar olvido no sólo de los parroquianos sorianos, por no decir -y ójala tenga pronto que rectificar- el de los expertos e historiadores del Arte.
Evidentemente, no tengo motivo alguno para relacionarlo con el Temple. Ahora bien, ¿por qué incluirlo, entonces, en un blog relacionado con los templarios?. Muy sencillo: porque cuando lo ví, me recordó a otro Cristo, de similares características -el que se encuentra o se encontraba en la iglesia de la Santísima Trinidad,de Toro, Zamora- que Rafael Alarcón relaciona con el Cristo templario que había en la iglesia de Santa María del Templo, del cual cuenta la leyenda, que abandonó su cruz cuando la Orden del Temple fue extinguida.
Sea como sea, y seguro que hay leyendas similares, no obstante mientras recopilo nuevos datos, al menos me queda el inmenso placer de mostrar una auténtica maravilla, que no dudo hará las delicias de cuantos curiosos, visitantes y amantes del Arte en general, tengan la oportunidad de contemplarlo.






(1) Paulo Coelho: 'El Alquimista'.
(2) Rafael Alarcón Herrera: 'La  otra España del Temple', Ediciones Martinez Roca, S.A., 1988, página 207.

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