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Mostrando entradas de 2014

El Santo Cristo de Fisterra y Nuestra Señora de las Arenas

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E l mar y sus infinitos misterios. Aquel que guarda y retiene, como el mayor banco de tesoros del mundo, y el que a veces, inesperadamente, también comparte. Se convierte, entonces, en Magister Venerabilis , que sorprende a las multitudes, seduciéndolas y atrapándolas con la magia de su sabia benevolencia, depositando en la escuela natural de playas y costas, retazos de sabiduría, muchos de los cuales no han de tardar en convertirse en verdaderos objetos de culto y veneración. Todas las costas del mundo están repletas de ellos, así como de oscuras historias que refieren la llegada de dioses –sean éstos blancos o no-, portadores de una sabiduría y un conocimiento muy especiales. Ahora bien, reduciendo tan trascendente cuestión, a esos mares que bañan las brumosas y peligrosas costas de nuestro norte peninsular –no en vano, conocidas como la Costa da Morte , al menos desde el tramo que va desde A Coruña al Finis Terrae -, muchos son los objetos –en su mayoría, Vírgenes y Cristos- que

Santa María de Fisterra

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¿ Llegaron los templarios al Finis Terrae , a ese simbólico fin del mundo o reino de los muertos, donde los egipcios situaban el Amenti ?. Nada hace suponer que no lo hicieran; y sin embargo, una vez disuelta la Orden y desmembradas sus extensas pertenencias, todo son sombras, sospechas, especulaciones, deseos de realidad o conveniencia en algunos casos. Porque, más de setecientos años después de su desaparición, el Temple continúa levantando pasiones. Una simple cruz, grabada con habilidad en un sillar, por muy patada que tenga la forma, evidentemente, no demuestra nada. Incluso la documentación –con numerosas referencias, por cierto, en lo tocante al antiguo Reino de Galicia-, se muestra, también, ciertamente esquiva al respecto, si bien contiene referencias a un tema mucho más complejo todavía, quizás, como es el de las monjas templarias, que ya habrá ocasión de comentar próximamente. ¿A qué santo recurrir, entonces, para especular con la posibilidad,  una vez sugerida la idea

A Coruña: iglesia de Santa María do Campo

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N o hay documentación histórica que lo demuestre fehacientemente, pero sí es cierto, que algunas fuentes consideraron esta posibilidad, sin duda influenciadas por la hipotética localización de lo que fue, en aquéllos nebulosos años de los siglos XII-XIII, la importante y a la vez misteriosa Bailía templaria de Faro, promovida, en gran parte, por el interés que la Orden comenzaba a generar en Occidente, así como por la acción interesada de algunos de los más importantes nobles gallegos, como el conde de Traba, que además se aseguraban la presencia de unos fabulosos guerreros para hacer frente a las terribles incursiones normandas. Independientemente de ello, y como muchos otros templos románicos de similares características levantados a lo largo y ancho del antiguo Reino de Galicia, ésta iglesia, dedicada a la figura de una peculiar   Nuestra Señora   -del Campo (1)-, contiene algunas singularidades que, tuvieran o no que ver con la antigua orden medieval de monjes-guerreros, bien

Un complejo enigma llamado Vilar de Donas

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'Sí, está escrito que ante este pórtico y en el claustro se enterraban los fatigados cambeadores, custodios del Camino, que cabalgaban armados junto al río humilde de los peregrinos, y más tarde vinieron hallar tumba aquí los santiaguistas que alanceaban al moro en los ríos militares de España, el Duero y el Tajo...' (1) C ontinúa Cunqueiro su entrañable crónica del lugar, hablándonos de otro de los detalles, por no decir, enigmas, que hacen sumamente interesante esa época protohistórica, histórica, romántica y medieval, que envuelve con un halo de genuino misterio a este templo de San Salvador -que no hay camino que se precie, sin su correspondiente Ruta de los Salvadores-, y a una parte muy específica de sus más relevantes moradores: las Donas. Como bien afirma, basta echar un discreto vistazo a parte de esas interesantes pinturas de la cabecera del templo que las representan y definen -incluido alguno de sus nombre, como Dona Vela-, para dejar volar la imaginación, h

Taboada dos Freires: iglesia de Santa María

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D esplazándonos en la presente entrada hacia la provincia de Lugo -sería interesante recordar, que en las inmediaciones de O Cebreiro queda también el recuerdo de la Orden en un pequeño pueblecito que lleva precisamente su nombre, Temple , que probablemente formara parte de las distintas posesiones que éstos tuvieron en la provincia, incluidas las permutas conocidas, de las que queda cierta constancia histórica, siendo uno de sus ejemplos la cercana iglesia de San Pedro de Canabal, en Sober-, nos encontramos con ésta singular iglesia dedicada a la figura de Santa María, situada en una pequeña población, que de similar manera, todavía conserva su ancestral recuerdo en la nomenclatura de su nombre: Taboada dos Freires.   T aboada dos Freires se sitúa, aproximadamente, a unos siete u ocho kilómetros de Taboada (1), población ya de cierta importancia, y aunque su iglesia, como se puede apreciar, fue prácticamente remodelada en los siglos XVII y XVIII -periodo en el que parece const

San Miguel de Eiré

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O tro de los lugares interesantes, y de hecho muy similar a San Miguel de Breamo, al menos en lo referido a su supuesto templarismo en algún momento de su longeva historia, es ésta maravillosa iglesia de lo que en tiempos fuera el monasterio benedictino de San Miguel de Eiré, de la que, salvando las distancias, por supuesto y permitiéndose el autor la licencia que otorga la comparación, por muy odiosa que ésta pueda resultar, se podría sacar cierto parecido o familiaridad en su forma y diseño con aquélla otra de San Pedro de Tejada, en las Merindades burgalesas. Ahora bien, situado en la provincia de Orense, en esa particular y mediática zona que, bajo la ensoñadora denominación de Ribeira o Rovoyra Sacrata (1) comparte protagonismo con la vecina provincia de Lugo, Eiré, como las poblaciones inmediatas, gira en torno al espíritu inmortal de un cultivo que fue siendo introducido, gradualmente en la región, por las numerosas comunidades cenobíticas que se fueron asentando en ella: el

San Miguel de Breamo

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P osiblemente de orígenes mucho más oscuros e inciertos todavía que la Colegiata compostelana de Santa María la Real de Sar, el génesis de esta imponente obra de arte que es la venerable iglesia de San Miguel de Breamo, se presta, también, a las más atractivas hipótesis que, se puedan o no probar algún día como hechos veraces y contrastados, aúnan, no obstante y por el momento, imaginación, misterio y belleza en partes difíciles de determinar. Se ignora, así mismo y por desgracia, como suele suceder tan a menudo con este tipo de edificaciones históricas, la identidad del maestro de obras, pero no la fecha en que fue levantada, coincidiendo -y éste es uno de los datos que apuntan numerosos partidarios de la teoría templaria-, con la determinante derrota de los ejércitos cristianos en la tristemente célebre batalla de los Cuernos de Hattin ; una batalla que, además de contar con la pérdida de la Vera Cruz , que avanzaba siempre al frente del ejército, significó el principio del fin d

Enigmática Colegiata de Santa María la Real de Sar

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A firmaba Juan García Atienza, en una de sus obras más conocidas (1), que la Colegiata de Santa María la Real de Sar, coincidía, allá por el siglo XII cuando fue concebida, no sólo con el célebre Maestro Mateo –al que en algunas fuentes medievales, se llegó a considerar nada menos que como un oscuro arquitecto al servicio del rey Fernando II de León -, y toda una notable generación de arquitectos –entre ellos, el no menos misterioso Maestro Esteban, de cuyas labores en Compostela, se da constancia en fuentes ajenas al Codex Calistinus o Liber Sancti Iacobi , donde no consta y conservadas en la catedral de Pamplona, en cuya construcción así mismo participó-, sino también, con el instante en el que los primeros freires templarios regresaban de Tierra Santa, trayendo consigo una hipotética –esta palabra es un añadido mío- iniciación que habían adquirido entre los escombros de aquél Templo de Salomón que poseyeron como primera sede de la Orden, y que, de hecho, se convirtió en su

San Cebrián de Mazote: tras la pista mozárabe del Grial

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E xtendiéndose como un oasis en mitad de esa infinita Tierra de Campos, cuya historia y protagonismo, en mayor o en menor medida, comparten las provincias de Palencia y Valladolid, la zona delimitada, no obstante, por los denominados Montes Torozos, constituye una de esas demarcaciones privilegiadas, donde Historia y Leyenda son poderosas aliadas, hasta el punto de que los antiguos mitos parecen obstinados en permanecer, incluso después de que el tiempo y la terrible depredación humana, hayan reducido prácticamente a la nada muchos de los soportes físicos que los albergaban o, en su defecto, que los referenciaban. No es de extrañar, por tanto, que sin ir más allá de la época que realmente nos interesa, la Edad Media, se constate, alternativamente, la presencia de visigodos, árabes, mozárabes, mudéjares, judíos y cristianos, así como una soberana presencia de las órdenes militares –incluida una de las escasas referencias existentes a la Orden de los Caballeros Teutónicos, en las

Templarios en La Alcarria: el Monasterio de Monsalud

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A unque parezca increíble, en vista de su aspecto actual, el monasterio de Monsalud fue el más antiguo y a la vez, el más poderoso de los cuatro monasterios fundados por la Orden del Císter en la provincia de Guadalajara. De los otros tres, el monasterio de Bonabal, situado en las proximidades de Retiendas, corrió pareja suerte, y hoy día apenas es una ruina irreconocible en las que las alimañas campan por sus respetos. Otro tipo de suerte bien distinta, no obstante, corrieron los monasterios de Óvila y de Buenafuente del Sistal. Mientras que éste último continúa albergando una comunidad femenina de monjas del Císter y alentando retiros espirituales entre los conversos, quizá no deje de ser, al fin y al cabo, una clase de burla o justicia poética que el de Óvila continúe sobreviviendo al otro lado del Atlántico, una vez que fuera comprado y trasladado, piedra a piedra, a la mansión de Randolph Hearst, el que fuera el emblemático Ciudadano Kane de aquélla joya cinematográfica dirig

El Lignum Crucis de los templarios de Ponferrada

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'En una Cruz de oro pequeña con hartas piedras y perlas, tienen un poquito de Ligno Crucis, dicen es de lo que trujo Santo Toribio su Obispo, y no hay más que esta tradición' (1).   D e esta forma tan sencilla, describía Ambrosio de Morales el significativo Lignum Crucis que en la actualidad se puede admirar en el Museo de la catedral de Astorga. Si bien, en la Coronica de la fantástica misión encomendada por un rey, Felipe II obsesionado por las reliquias (2), el cronista viajero apenas menciona algunos lugares de su viaje en los que todavía se mantenía el recuerdo de haber sido o pertenecido a la Orden del Temple, como Villamuriel de Cerrato y otros probables, como Husillos, Benevivere y La Vega, poco podía imaginar, entonces, que siglos después, este hermoso Lignum Crucis , con forma de Cruz Patriarcal, iba a querer que la Tradición, persistente donde las haya, quisiera atribuírsela, nada más y nada menos, que a los templarios de la cercana Ponferrada. D e hecho,

Villalba de los Alcores: Santa María del Temple

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V alladolid y su provincia, también fueron un pródigo feudo de templarios en tiempos, y aunque muy reformadas, e incluso bastante deterioradas en la actualidad, ofrecen, no obstante, algunas reliquias arquitectónicas que conservan, después de todo, un digno testimonio de interés y alientan a continuar buscando la sombra, alargada y terriblemente escurridiza, de tan notables caballeros. Uno de tales lugares, se localiza en la localidad de Villalba de los Alcores, así como en la bohemia estampa que presenta la semi arruinada iglesia de Santa María del Templo o del Temple. S i bien parece ser que tanto templarios como hospitalarios compartieron protagonismo en ésta hermosa villa, desde la que se domina una magnífica extensión de los infinitos terrenos conocidos como la Tierra de Campos, Gonzalo Martínez Díez (1), jesuita y con notables licenciaturas en diversas universidades, nos comenta, en relación a ésta iglesia de Santa María del Templo, que fue cerrada al culto en el año 1